Las derrotas en el fútbol son algo de lo que no quieres hablar en primer lugar, pero se convierten en el maestro más poderoso para un jugador. Recuerdo aquellos momentos en los que el pitido final sonó amargamente, el equipo volvió al vestuario en silencio y todos miraron al suelo, sin fuerzas para ninguna palabra. Sin embargo, fueron estos momentos los que se convirtieron en la base para el desarrollo futuro, y hablo de ello con absoluta confianza, basado en mi propia experiencia. Lo primero que aprendí fue admitir la derrota. Sin excusas, sin culpas. Una vez que se acepta este hecho, hay espacio para el análisis. Miré los partidos, tomé notas y presté atención incluso a los pequeños detalles: por qué una combinación no funcionó, dónde hubo falta de concentración, qué me hizo perder el control en el campo.
Para mí era importante no quedarme estancado en la negatividad, sino buscar una pista para crecer en cada derrota. Era importante entender: cualquier caída no es la meta, sino sólo una de las etapas. Con el tiempo también aparecieron técnicas de motivación personal. Por ejemplo, mantuve un diario de mis impresiones de juego: después de cada partida, dejaba una evaluación honesta de mis acciones, anotando tanto mis fortalezas como mis errores. Esto hizo que fuera más fácil ver la dinámica del desarrollo. Otra técnica es detallar objetivos: después de un fracaso, escribí pequeños pasos que me ayudarían a mejorar mi juego y trabajé en ellos en el entrenamiento. El equipo ayuda mucho: las conversaciones francas después de los partidos difíciles son refrescantes y te ayudan a salir al campo con una nueva actitud.
Fuera de la cancha, me inspiraban rituales personales: correr en silencio, ver mis partidos favoritos con café y escribir cartas breves a mi yo futuro. A menudo encontré inspiración en la comunidad: unas pocas palabras de apoyo de jugadores mayores, un consejo de un entrenador o incluso una conversación con un fanático me devolvían la fe en mí mismo. Es importante recordar: el fútbol no se trata sólo de victorias, sino también de movimiento constante. Por lo tanto, sacar el máximo provecho de la derrota significa ser honesto con uno mismo, sacar conclusiones y utilizar cada experiencia para volverse más fuerte. Así se construye, paso a paso, un verdadero personaje futbolístico.